Los vacíos siempre estarán y como tal, debes aceptarlos. Son esas heridas que no cicatrizan pero con las que uno debe aprender a vivir, integrándolas, aceptándolas pero evitando que se conviertan en “agujeros negros”.
Deja que sean vacíos por los que emerge un viento suave y perfumado que rememorar de vez en cuando, pero solo durante unos segundos. Después, avanza en este “aquí y ahora”, donde sin lugar a dudas, se inscribe tu verdadera felicidad.
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