Lo hemos leído y escuchado muy a menudo. No hay mejor maestro que el dolor, no hay mejor aprendizaje que el dolor vital en algún momento de nuestra existencia, para poder así, avanzar con mayor seguridad sabiendo lo que es la vida, entendiendo un poco mejor a las personas.
Y en efecto, estamos de acuerdo. No obstante, hay un aspecto que debemos matizar. No todas las personas adquieren un “aprendizaje positivo”, no todo el mundo logra entenderlo así. Tras una ruptura, tras un desengaño, se requiere de cierto tiempo para poder volver a alzar nuestra mirada al mundo con seguridad, es necesario pasar por un duelo, por un proceso interno donde “reconstruirnos por dentro”.
¿Qué es lo que ocurre en muchos casos? Qué lejos de salir fortalecidos, salimos con secuelas. Cuando alguien nos ha hecho daño aprendemos a ponernos una coraza, cuando nos han mentido aprendemos a desconfiar, cuando nos han cortado las alas al crecimiento personal, evitamos entonces abrirnos a otras personas.
¿Obtenemos pues un aprendizaje tras ese amor que no pudo ser? Desde luego, lo hacemos, pero no siempre es positivo, de ahí que debamos tener muy en cuenta el modo en que volvemos a “reajustar” nuestra realidad.
No te dejes arrastrar por todas estas cogniciones negativas, actúa siempre con resiliencia para abrir la puerta a nuevas oportunidades.
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