Un pensamiento resulta inofensivo a menos que nos lo creamos. No son nuestros pensamientos, sino nuestro apego a ellos, lo que origina nuestro sufrimiento. Apegarse a un pensamiento significa creer que es verdad sin indagar en él.
La realidad es siempre mucho más amable que las historias que nos contamos a nosotros mismos sobre ella.
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