Las personas con una predisposición mas elevada a parecer ridículos, son aquellos que se toman la vida demasiado en serio. Los que son capaces de reírse de las peripecias graciosas o extrañas de los demás, pero sobre todo de ellos mismos, gozan sin duda de un maravilloso antídoto contra la vergüenza y las sensaciones que los dejan en evidencia.
Y es que en realidad nadie es ridículo, sino que se siente ridículo. Tal vez el truco consista en reírse tras la caída o el resbalón, y en apartar los dramas diarios. Ojalá que cada vez que nos sintamos ridículos no nos preocupe nuestra imagen o lo que piensan de nosotros, sino lo que en realidad somos y sentimos.
Todo es cuestión de quererte a ti mismo, a ver si la autoestima se apodera de nosotros (estoy convencida de que sí)
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