Cada cierto tiempo me paro y reflexiono, y frecuentemente acabo llorando. La mayoría de las veces lo hago por felicidad, otras por incredulidad, y algunas pocas por tristeza.
Cuando echo la vista atrás y pongo la mirada en el pasado me emociono. Me emocionan los sentimientos que he experimentado y los extremos en los que se balancea mi ser. Me emociona ver como me voy haciendo cada día una mujer un poco más fuerte y completa, gracias a las decisiones que tomé en el pasado.
Hay tanta belleza. La belleza del dolor es extremadamente intensa.
Es la belleza del sufrimiento y del aprendizaje, la de las decepciones y las expectativas no alcanzadas.
Es la intensidad del ser humano frustrado por la pérdida, por la esencia del miedo.
Es el temblor que produce el silencio cuando uno reflexiona a solas, y el pánico a encontrarse.
Es la luz que enfoca nuestras distorsiones y nuestras inseguridades, que alimenta nuestro pánico.
Es la niña que se pierde ante un reflejo vibrante.
Miau
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