Qué duro es dejar atrás ciertas etapas y comenzar otras. Qué duras las pérdidas... perder amigos, perder almas gemelas, perder relaciones, perder instantes, perder amores, perder personas... Qué duros los miedos, qué dura la soledad. Qué duro también entender que hay gente que se va de tu vida porque quiere irse y gente que se va porque no sabe cómo quedarse. Qué duro perderse en uno mismo pero qué duro a veces, también, encontrarse. Qué duro es en ocasiones aprender a abrir los ojos y afrontar la realidad... porque quien mira hacia fuera, sueña; pero quien mira hacia dentro, despierta. Qué duro a veces hablar de sentimientos y mostrarlos. Qué difícil a veces expresarse. Qué duro también abrirse y mostrar la vulnerabilidad propia. Qué duro comprender y aceptar que erramos a menudo, a diario, que muchas veces hacemos las cosas bien pero otras tantas veces las hacemos mal. Qué duro a veces entender que lo nuevo no acaba de nacer hasta que lo viejo no acaba de morir... Pero recuerda dos cosas: el cambio es una puerta que sólo puede abrirse desde dentro; y no se puede desatar un nudo que no se sabe cómo está hecho.
Hay que aprender, hay que crecer, hay que entender que en nuestra humanidad reside nuestra vulnerabilidad. Hay que comprender que madurar emocionalmente significa aceptar que erramos, que nos equivocamos, que nos perdemos, que nos caemos y que lloramos. Y no hay que ocultarlo ni tener miedo a mostrarlo, porque nadie ni nada nos exige ser perfectos, porque sólo tenemos que ser humanos. Hay que dejar volar, fluir, y aprender. Hay que pedir perdón, siempre que sea necesario (y siempre es necesario), y también saber perdonar. Hay que liberarse y dejar ir; porque una herida solo puede hacer dos cosas: abrirse más o cicatrizar y sanar, pero ambos procesos son dolorosos.
“Cuando pierdes contacto con la quietud interior, pierdes contacto contigo mismo. Cuando pierdes contacto contigo mismo, te pierdes en el mundo.”
Estoy creciendo, estoy aprendiendo a aceptarme, a mi y a mis sentimientos. Estoy entendiendo que soy responsable de muchas cosas, pero también estoy aprendiendo a eliminar las culpas.
La responsabilidad asusta, pero es la que nos permite ser dueños de nuestra propia vida; y aunque hay dolor en el aprendizaje, también hay belleza en ello. Y no permitiré, nunca, ni por un segundo, que mis heridas me transformen en algo que no soy... porque si borrara los errores de mi pasado, borraría la sabiduría de mi presente.
La responsabilidad asusta, pero es la que nos permite ser dueños de nuestra propia vida; y aunque hay dolor en el aprendizaje, también hay belleza en ello. Y no permitiré, nunca, ni por un segundo, que mis heridas me transformen en algo que no soy... porque si borrara los errores de mi pasado, borraría la sabiduría de mi presente.
Estoy aprendiendo, estoy creciendo... es la vida misma y aún me queda mucho por entender y madurar.
Y es que a veces es mejor aceptar verdades que duelen y luego sanan, que inventar mentiras que consuelan y luego nos matan.
Y es que a veces es mejor aceptar verdades que duelen y luego sanan, que inventar mentiras que consuelan y luego nos matan.
"Cuando puedas contar tu historia sin derramar lágrimas sabrás que por dentro te curaste".